Vamos a considerar solamente de la faceta musical de Sabina, su vida personal es solo suya y su vida política… también, aunque el por momentos el intentó enseñarnos como teníamos que opinar. Podemos considerarlo un músico poeta, o un poeta músico, solamente comparable en esto a Luis Eduardo Aute, con el que tenía amistad y compartía ideología. Sus letras son intensas y siguen perfectamente las reglas de la métrica poética. Aspiraba a ser el Dylan español y quizás lo logró. A mí me gusta su música, todo lo demás se lo perdono, aunque seguro que a él le importe un bledo que yo le perdone nada.
Primeros años.

Joaquín Sabina nació el 12 de febrero de 1949 en el municipio de Úbeda (Jaén, España), segundo hijo de Adela Sabina del Campo, ama de casa y de Jerónimo Martínez Gallego, inspector de policía. Cursó sus estudios primarios con las monjas carmelitas y con catorce años comenzó a escribir poemas y a componer música en una banda formada con sus amigos llamada Merry Youngs, que se dedicaban sobre todo a versionar a cantantes de rock como Elvis Presley, Chuck Berry o Little Richard.
Por esa época, tuvo a su primera novia, Virtudes Antero «Chispa», que le sirvió como inspiración para crear algunos poemas de amor. Esta relación fue un poco accidentada ya que el padre de Chispa, un notario de Úbeda, se opuso a ella desde un principio y algunos años después, siendo Joaquín universitario, se llevó la hija consigo a Granollers con el fin de apartarla definitivamente de él. Pero Joaquín emprendió, en compañía de un amigo, un viaje en su busca y se instaló en una tienda de campaña junto a la casa familiar de Chispa. Los dos jóvenes se escaparon juntos recalando finalmente en el Valle de Arán (Lérida) donde vivieron juntos unos días, disfrutando del vino y la lujuria.
Posteriormente, cursó el bachillerato en los salesianos. En esa época siguió escribiendo versos y leyó a fray Luis de León, Jorge Manrique y José Hierro, pero también a Marcel Proust, James Joyce y Herbert Marcuse. El día en que aprobó cuarto y reválida su padre quiso recompensar a Joaquín con un reloj de pulsera, a lo que él se negó manifestando que prefería una guitarra; petición que fue satisfecha. En cambio, su hermano mayor sí que aceptó el reloj y, según Joaquín, ese pequeño detalle sería el que los empezaría a distanciar: su hermano se acabaría convirtiendo, como el padre de ambos, en policía, y él, en cantante.
Exilio en Londres (1968-1976).

En 1968 se trasladó a Granada para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras e iniciar los estudios de Filología románica en la universidad de la ciudad, donde descubrió la poesía de César Vallejo y Pablo Neruda. Joaquín vivió por primera vez con una mujer, llamada Lesley, que preparaba su tesis de español en Granada. Su ideología izquierdista le llevó a relacionarse con movimientos contrarios al régimen franquista. Ese mismo año, tras la declaración del estado de excepción, su padre, que era comisario en Úbeda, recibió la orden de detenerlo por pertenecer al Partido Comunista. En 1970 comenzó a colaborar con la revista Poesía 70, donde coincidió con otros autores como Luis Eduardo Aute o Carlos Cano. En ese mismo año, lanzó un cóctel molotov contra una sucursal del Banco de Bilbao en Granada en protesta por el proceso de Burgos, por lo que se vio obligado a exiliarse.
Como no tenía pasaporte, no pudo salir inmediatamente del país, pero conoció a un hombre, Mariano Zugasti, que, tras unas horas de conversación, le cedió el suyo. Con nombre falso y acompañado de Lesley, Joaquín puso rumbo a París, donde pasó unos meses, y posteriormente a Londres, donde vivió como squatter —okupa— durante su primer año de estancia en la ciudad. Sabina necesitó sensibilizar a la opinión pública a su favor, ya que de otro modo sería repatriado a España, y gracias a Lesley consiguió que le hicieran una entrevista y presentara su caso. El Daily Mirror publicó que a su vuelta a España le esperaría la pena de muerte, pero consiguió que las autoridades británicas le concedieran el asilo político por un año. Se marchó a vivir a Edimburgo con Lesley. Permanecieron allí cuatro meses, tras los cuales se marchó a Londres y abandonó a Lesley.
Durante esta época, su casa en Londres sirvió de refugio para miembros de la banda terrorista ETA. Años más tarde afirmó que
«la izquierda de este país, a la que orgullosamente he pertenecido y creo pertenecer, debiera pedir perdón por su complacencia con ETA durante muchos años. Yo tuve en mi casa de Londres a etarras y era una gente encantadora que pegaban tiros en la nuca, algo que nos parecía una cosa muy graciosa en ese momento. Y hacíamos mal. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos. Así que creo que la gente como yo está muy obligada a estar muy en contra y a decirlo muy alto por cobardes que sean. Y yo lo soy como el que más».
En Londres, realizó distintas actividades culturales: cooperó con el Club Antonio Machado, al que asistían asiduamente emigrantes y exiliados; escribió sus primeras canciones y organizó un cineclub donde se exhibían películas de Luis Buñuel, prohibido entonces en la España franquista, y reconstruyó el grupo de teatro Juan Panadero, que montó obras teatrales como La excepción de la regla, de Bertolt Brecht, y El cepillo de dientes, de Jorge Díaz. Se ganó la vida cantando en el metro, restaurantes y cafés. En 1974, según una de las anécdotas más divulgadas sobre su vida, George Harrison se encontraba en el bar mexicano-Taberna celebrando su cumpleaños y Sabina actuó para él. El ex beatle le dio una propina de cinco libras. En algunas entrevistas, Sabina relató que conservaba el billete que recibió como un tesoro, en otras que lo perdió en una mudanza y en otras ocasiones ha desmentido su propia leyenda —«En realidad, me los bebí aquella misma noche»—. Durante ese tiempo mantuvo una relación con una mujer llamada Sonia.

En 1976 publicó el libreto de canciones Memoria del exilio y comenzó a organizar conciertos para la colonia de exiliados españoles en Reino Unido, en los que actuaron entre otros Paco Ibáñez, Lluís Llach, Francesc Pi de la Serra y Elisa Serna. Estos versos constituirían el grueso principal dos años más tarde de su primer disco, Inventario. El libro fue editado por la editorial Nueva Voz, con una tirada de 1000 ejemplares que el propio Sabina se encargó de distribuir por el área de Portobello Road; vendió hasta el último de ellos gracias a su don de gentes y a las muchas amistades trabadas en el más de medio lustro transcurrido en la capital británica. Más tarde compuso la banda sonora de la serie The Last Crusade, de la BBC.
Regreso a España (1977-1986).

En 1977, dos años después de la muerte de Franco, regresó a España gracias a un pasaporte legal facilitado por Fernando Morán, cónsul español en Londres. En ese mismo año se casó con Lucía Inés Correa Martínez, una argentina que había conocido en Londres durante su exilio. La ceremonia de enlace, eclesiástica, tuvo lugar el 18 de febrero de 1977. En realidad el enlace se celebró con el único propósito de conseguir el «pase de pernocta» —permiso que se da a los soldados para que puedan ir a dormir a sus casas— en el cuartel durante el servicio militar que se había visto obligado a cumplir en Mallorca tras regresar a España. Esto le permitió trabajar en el diario local Última Hora. Su propietario, Pedro Serra, le ofreció quedarse en plantilla, pero rehusó y, al acabar el servicio militar en 1978, se instaló en Madrid con su mujer. Poco después, consiguió editar su primer LP, Inventario.
El director de la discográfica CBS, Tomás Muñoz, le había ofrecido su primer contrato con la referencia de su tema «¡Qué demasiao!», que, por aquel entonces, interpretada por el cantante Pulgarcito, sonaba en Popgrama, espacio de Televisión Española presentado por Carlos Tena. Empezó a actuar en bares y en los actos electorales de diferentes partidos y sindicatos de izquierdas, como PSP, UGT, PCE y PSOE, así como en actos de la CNT. En esa época realizó entrevistas para Carta de España. Al año siguiente, comenzó a cantar junto a Javier Krahe y Alberto Pérez en el sótano del café madrileño La Mandrágora. Uno de los temas que interpretaron fue «El hombre puso nombre a los animales (Con su bikini)», versión paródica del tema de Bob Dylan «Man Gave Names to All the Animals» que, según parece, el propio autor le prohibió tocar. Al local acudió un día el periodista Fernando García Tola, que los invitó a su programa de televisión Esta noche, presentado por Carmen Maura.

Tras su primer disco, abandonó el perfil prototípico del cantautor, ya que, según él mismo afirmó, el uso de ese término le hacía sentir como si le pusieran un ladrillo en la cabeza y «poeta» le parecía «un traje que le queda demasiado ancho». En 1980 publicó su segundo trabajo, Malas compañías, álbum en el que destacan varios temas que se convirtieron en clásicos, como «Calle Melancolía» o «¡Qué demasiao!», pero muy especialmente «Pongamos que hablo de Madrid», convertido para muchos en una especie de himno oficioso de la ciudad y que fue grabado primero por Antonio Flores, versión que alcanzó el número 1 en el programa de radio Los 40 Principales. En 1981 apareció La mandrágora, disco grabado en directo junto con Krahe y Pérez en el que intentaron recoger el espíritu de sus actuaciones en el local. Además de los conciertos en pubs, tradujo canciones célebres en italiano para la discográfica CBS y compuso para otros artistas como Miguel Ríos y Ana Belén.
Comenzó a actuar con la que sería su primera banda, Ramillete de Virtudes y le añadió a su viejo repertorio nuevas composiciones cada vez más orientadas hacia el rock y con más ritmo como «Pisa el acelerador» y «Juana la Loca», canciones que, poco después, formarían parte del que sería su tercer LP —sin contar el disco grabado en La Mandrágora—, Ruleta rusa, publicado en 1984.

En 1984 escribió para Diario 16 un artículo de bienvenida a Bob Dylan y ese mismo año grabó con Gloria van Aerssen, de Vainica Doble, «Con las manos en la masa», la sintonía del programa de cocina homónimo de Elena Santonja en Televisión Española. Durante la temporada 1983-1984 actuó además asiduamente en el programa de TVE Si yo fuera presidente, de Fernando García Tola.

Posteriormente, Sabina y Krahe se separaron artísticamente. En 1985 cambió a CBS por Ariola como compañía discográfica, a cambio de mayor libertad artística y para obtener una más alta remuneración. Ese mismo año comenzó a trabajar con Viceversa, banda con la que en 1985 sacó el álbum Juez y parte y, un año después, el disco Joaquín Sabina y Viceversa en directo, grabado en el Teatro Salamanca de Madrid, y que cuenta con la participación como invitados de Javier Gurruchaga y Ricardo Solfa, que interpretaron temas de su anfitrión, y de Luis Eduardo Aute, que le dedicó la canción «Pongamos que hablo de Joaquín». El álbum fue un éxito de ventas y supuso su salto al gran público. Participó en fiestas a favor de un referéndum para la salida de España de la OTAN. También, publicó «Si te he visto no me acuerdo», una canción que relataba los tres años de Felipe González al frente del gobierno de España. En las elecciones municipales apoyó a su amigo Juan Barranco, candidato a la alcaldía de la capital. Además, en marzo de ese mismo año, publicó De lo cantado y sus márgenes, un conjunto de textos que reúne gran parte de los escritos que formaron parte de Memoria del exilio y de las canciones de Inventario.
Éxito multitudinario (1987-2000).
Los éxitos comenzaron a sucederse con la publicación de sus siguientes elepés. En 1987 vendió más de 400.000 copias de Hotel, dulce hotel, lo que le ayudó a afianzar su éxito. Su antigua compañía, viendo la fama que estaba ganando el artista, publicó sin su consentimiento una colección a la que titularon Joaquín Sabina y todos sus éxitos. Se separó de Viceversa y se asoció con Víctor Claudín y Pedro Sauquillo para dirigir la sala de conciertos Elígeme, en el barrio de Malasaña de Madrid. En 1988 publicó El hombre del traje gris, que estrenó en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid y después realizó una multitudinaria gira por México, Argentina y Venezuela. El álbum incluía la banda sonora, escrita junto a Pancho Varona, de la película Sinatra. Paco Betriu fue el director de la película, que contó con Alfredo Landa y Maribel Verdú como protagonistas y el propio cantante actuó interpretando un personaje secundario. Ese mismo año, produjo un álbum doble en directo del trío madrileño Los Chichos, obtuvo el divorcio de su mujer, Lucía, y la Junta de Andalucía lo galardonó con la Medalla de Plata.
En 1989, fundó junto a Pancho Varona, convertido en su inseparable guitarrista, Ripio, una empresa editorial con la que a partir de ese momento registró todas sus canciones. En ese mismo año, el 16 de enero, nació su primera hija, Carmela Juliana, de su relación con Isabel Oliart, y a quien dedicó la canción «Ay, Carmela» de su disco Vinagre y rosas de 2009. De nuevo sin el visto bueno del cantante, su antigua discográfica lanzó otro recopilatorio: Mucho Sabina.

Los discos y las giras se sucedieron en el comienzo de los noventa, a partir de la publicación de Mentiras piadosas (1990). Posteriormente aparecería Física y química (1992), del cual se vendieron más de un millón de discos y en el que contó con la colaboración de Andrés Calamaro en el tema «Pastillas para no soñar» y que popularizó en Sudamérica a través de una gran gira internacional de 188 conciertos. Le siguió Esta boca es mía (1994), álbum que fue el octavo más vendido en la lista anual de 1994 en España.
El 26 de julio de 1992, nació su segunda hija con Isabel Oliart, Rocío, y comenzó una relación sentimental con la modelo mallorquina Cristina Zubillaga. Junto a otros artistas, tomó parte de acciones de protesta por el cierre del Teatro Alfil en 1994. En junio, dio su apoyo a Izquierda Unida en las elecciones legislativas. Este mismo año participó, junto con otros importantes artistas, en la gira Mucho más que dos de Ana Belén y Víctor Manuel. En 1995 colaboró en el programa de televisión Con Hermida y compañía, presentado por Jesús Hermida.
Problemas de salud (2001-2004).
La madrugada del 24 de agosto de 2001, tras la publicación ese mismo año del álbum Nos sobran los motivos, doble disco en directo, recopilatorio de la gira del mismo nombre, y que fue el sexto álbum más vendido en la lista anual de 2001 en España, sufrió un leve infarto cerebral, que puso su vida en peligro. Aunque pocas semanas más tarde se recuperó sin sufrir secuelas físicas, el incidente influyó en su forma de pensar y se vio inmerso en una importante depresión. Todo esto hizo recapacitar al cantante sobre su modo de vida y su relación con las drogas, por lo que decidió dejar de consumir cocaína y afirmó que «por las drogas sólo siento nostalgia». Sin embargo, en la entrevista durante el documental Joaquín Sabina – 19 días y 500 noches él mismo indicó que había dejado de consumir cocaína cuatro meses antes de su accidente cerebrovascular. Durante ese tiempo, también logró dejar de fumar durante 8 meses y llegó a confesar que «fueron los ocho meses más largos de mi vida». Decidido a relanzar a su amiga María Jiménez, le cedió sus temas para que lanzara el disco Donde más duele y cantó con ella el tema «Con dos camas vacías».

Recuperación y vuelta a la actividad (2005-2010).
En 2005, el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón le ofreció ser el pregonero de las fiestas de San Isidro, patrón de la ciudad, honor que Sabina aceptó componiendo un pregón en verso que tuvo gran acogida popular. Publicó el disco Alivio de luto y gracias a ello y a su dedicación a la literatura logró salir de la depresión. Fue el octavo álbum más vendido en la lista anual de 2005 en España y certificado con dos discos de platino. También publicó la segunda edición de Con buena letra, donde incluyó letras de canciones escritas por encargo o para amigos, para cine y televisión, y correspondientes a su disco Alivio de luto.

Su musical y debut en Estados Unidos (2011-presente).
En 2011, el cantante inició la gira El penúltimo tren en la que recorrió Latinoamérica y en la que tenía previsto cantar por primera vez en Estados Unidos. Sin embargo, en mayo de 2011, Sabina suspendió los conciertos en ciudades mexicanas y estadounidenses debido a una «diverticulitis aguda con riesgo de complicaciones» y los pospuso para el mes de octubre. Ya recuperado, regresó a los escenarios el 2 de julio en el festival Músicos en la naturaleza, celebrado en Hoyos del Espino (Ávila), en el que actuó junto a Andrés Calamaro. Finalmente, pudo actuar en el Manhattan Center de Nueva York el 16 de octubre, en el que fue su primer concierto en Estados Unidos. Dentro de su gira, también actuó en el Nokia Theater de Los Ángeles el 20 de octubre y la finalizó el 23 de octubre en el American Airlines Arena de Miami. El 6 de octubre de ese mismo año se estrenó el musical Más de cien mentiras, basado en sus canciones y dirigido por David Serrano y con el propio cantante como director musical, en compañía de Pancho Varona y José María Cámara.
En 2013, publicó el libro Muy personal, que incluía dibujos, poemas empezados y letras de canciones inacabadas. Era la primera vez que publicaba sus obras plásticas —denominados «garabatos» por el artista— pintadas con rotuladores y extraídas de una quincena de cuadernos ilustrados. Los dibujos estaban incluidos entre fragmentos de poemas, de reflexiones personales, esbozos de letras de canciones, impresiones sobre sus conciertos, comentarios de sus viajes y entradas de un diario frustrado. El 16 de octubre de 2015, lanzó la caja Puro Sabina, que contenía trabajos de estudio y en directo, tanto en solitario como al frente de Viceversa, la banda que lo acompañó a mediados de los ochenta.
Mis temas favoritos.

“Calle Melancolía” (1980), Malas Compañías.
La Canción es un retrato íntimo de la melancolía y el desencanto existencial. La letra está impregnada de imágenes poéticas que expresan soledad, desarraigo y una lucha interna con la insatisfacción. En esta canción, Sabina describe un hogar simbólico en la «Calle Melancolía», un lugar donde residen los sueños no cumplidos, los recuerdos amargos y el desencanto de quien busca sentido en su día a día. Los versos hablan de rutinas vacías, libros que no se terminan, relojes que marcan horas de soledad y ventanas cerradas al futuro. Es una reflexión sobre los momentos en que la vida parece estancarse en la tristeza y la falta de dirección. Se interpreta como una ventana al mundo interior del autor, quien en varias ocasiones ha mencionado que la pieza refleja un periodo de su vida marcado por el desencanto y la introspección.


“Princesa” (1985), Juez y Parte.
Narra la historia de una mujer que, tras ser idealizada como una «princesa», termina atrapada en un mundo de excesos, desamor y autodestrucción. La letra refleja la desilusión al descubrir la realidad detrás de una figura que parecía perfecta pero cuya vida ha tomado un rumbo oscuro. Sabina utiliza su característico lenguaje directo y lleno de imágenes poéticas para describir a esta mujer. En su juventud, fue admirada y deseada, pero con el tiempo cae en un estilo de vida marcado por las adicciones y el vacío emocional. La canción mezcla empatía y crítica, transmitiendo la tristeza de quien observa desde la distancia cómo alguien se pierde en sus propias decisiones. «Princesa» también puede interpretarse como una reflexión sobre el desencanto y las falsas expectativas, temas recurrentes en la obra de Sabina.


“Peor Para el Sol” (1992), Física y química.
Es una balada romántica y melancólica que explora los contrastes entre el amor fugaz y el anhelo de algo más profundo y duradero. La letra gira en torno a un encuentro amoroso efímero, cargado de pasión, pero también marcado por la ausencia de compromisos o promesas de futuro. Sabina utiliza su característico estilo lírico, lleno de metáforas y referencias poéticas, para narrar la historia de un personaje que rechaza la rutina y las ataduras del amor convencional, prefiriendo el placer momentáneo y la libertad. Sin embargo, la canción también refleja cierta nostalgia y tristeza, como si en el fondo hubiera un deseo insatisfecho de algo más significativo. El título, «Peor para el sol», sugiere una actitud desafiante hacia las normas establecidas, como si el sol, símbolo de lo cotidiano o lo predecible, pudiera quedar al margen de las emociones y decisiones humanas. Con un tono melancólico y lleno de imágenes evocadoras, Sabina mezcla la resignación con el desencanto amoroso, dejando al oyente una sensación de belleza agridulce.


“La del Pirata Cojo” (1992), Física y química.
La canción es una oda a la imaginación, la aventura y la libertad de ser quien uno desee. En ella, el narrador expresa su fascinación por múltiples vidas posibles, a través de una lista de personajes extravagantes, rebeldes y únicos, todos ellos unidos por su carácter de outsiders o soñadores. Inspirada en parte por el poema «Canción del Pirata» de José de Espronceda, la canción juega con la idea de vivir otras existencias, desde ser un pirata cojo hasta un suicida en el viaducto, un boxeador en un ring o un dandi en un burdel. Cada figura representa una vida llena de intensidad, emoción y rechazo a la rutina. A pesar de esta fantasía de transformarse en mil personajes, el narrador concluye que, en última instancia, prefiere ser él mismo, aunque cargue con sus defectos y contradicciones.


“Peces de ciudad (Live)” (2002), Dímelo en la calle.
Se trata de una melancólica reflexión sobre la nostalgia, la pérdida y el desencanto que deja el paso del tiempo y el abandono de los lugares o sueños que alguna vez fueron importantes. La letra está impregnada de imágenes poéticas y simbolismos que describen el desarraigo y el contraste entre el ideal y la realidad. Habla de cómo, al volver a ciertos lugares o recuerdos, ya no se encuentran tal y como se dejaron, ya sea por los cambios en el entorno o porque uno mismo ha cambiado. El título hace referencia a los «peces de ciudad», criaturas metafóricas que no logran sobrevivir fuera de su entorno urbano, simbolizando la pérdida de la pureza y la adaptación a un mundo de desencanto y rutina. Sabina repasa en la canción distintos escenarios y emociones ligadas al exilio personal o emocional, explorando cómo el tiempo y la experiencia transforman las expectativas en resignación. La pieza evoca una profunda tristeza por lo que se ha dejado atrás, pero también un reconocimiento de lo inevitable de ese proceso.
